miércoles, 13 de abril de 2011

Apanoyaos

Una panoya es una mazorca de maíz. Estar apanoyao es padecer una cierta lentitud de reflejos y una cierta indolencia ante los sucesos mundanos. Equivale a los términos castellanos "apollardao", ya en desuso, y "apijotao", aún con bastante vigor. Nótese que los tres presentan pérdida de la "d" intervocálica y están referidos más o menos directamente al pene, tal vez en la asunción común de que los hombres lo utilizamos habitulamente para pensar y así estamos, apanoyaos.

Nos encontramos ya en plena campaña electoral y todas las encuenstas anuncian una aplastante victoria del Partido Popular. Uno no sabe si acharcarlo a una preocupante fragilidad de memoria o a que defintivamente, estamos completamente apanoyaos.
Sea como sea,  votar al PP en la esperanza de que corrija los errores cometidos por el PSOE es como pretender que se nos pase una borrachera de vino bebiendo whisky.

Invariablemente se repite el ciclo y cuando nos falla el botón A, sólo sabemos pulsar el B. A los ocho años ya estamos hartos del botón B, pero nuestra frágil memoria nos impide recordar que el botón A funcionaba aún peor y volvemos a tropezar en la misma piedra una y otra vez.

Hace unas horas, en el programa "La noche en 24 horas" de TVE, Vicente Vallés preguntaba a Julio Gutierrez, catedrático de física atómica y la única voz sensata que he podido escuchar en la tv sobre el desastre nuclear de Japón, si este suceso serviría para que se renunciase a la energía nuclear y él contestó, precisamente, que no tenía mucha esperanza pues el ser humano se olvida muy pronto de todo y en pocos años nadie se acordaría de Fukushima y volveríamos a cometer los mismos errores.

Nadie se acordaba ya de Chernóbil, igual que nadie se acuerda del Aznarato. El problema viene cuando recurrimos nuevamente a soluciones erróneas en la ilusión de que esta vez, por arte de magia y obra de amnesia sí van a funcionar.
¿Estaremos tan apanoyaos como para volver a dar nuestra confianza a quienes merecen nuestro desprecio?

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