miércoles, 25 de junio de 2014

El Obispo Ateo

Creen los testigos de Jehová que Jesucristo va a volver a la Tierra próximamente y por eso se esfuerzan a diario para merecer estar entre los elegidos cuando se instaure el Paraíso terrenal que, según ellos, será aquí y en breve.

Los comunistas no son tan ingenuos y sostienen que el paraíso socialista va a tardar un poco más en llegar aunque no por ello hay que dejar de luchar para conseguir ese objetivo.
Por eso sorprende tanto descubrir a un dirigente comunista con un fondo de pensiones privado. Es como si Vicente del Bosque apostase por Brasil en una casa de apuestas un mes antes de que comenzase el Mundial.

El señor Meyer lleva años luchando por el comunismo pero como no cree en su lucha ni en su posibilidad de éxito cotiza para tener una pensión privada para, al final de su vida, no tener que depender de una Seguridad Social que, según él, debe garantizar una vejez digna a todas las personas.

Peor que el hecho de que el máximo representante en Europa del comunismo español tenga un fondo de pensiones privado es que las aportaciones a dicho fondo provengan de un sueldo correspondiente a un cargo público. Peor aún es que ese cargo público lo sea por los votos de ciudadanos de izquierdas (no es un funcionario por oposición). Peor aún que por cada dos euros de aportación (no sabemos cuanto ha aportado) los ciudadanos europeos le regalemos otro euro. Peor aún es que todas sus aportaciones estén libres de impuestos (tributa al 0,01%).

El señor Meyer debería haber dimitido ya de todos sus cargos y responsabilidades en Izquierda Unida. No por haber renunciado a su pensión privada sólo después de ser descubierto por Infolibre, no por usar fondos públicos para asegurar su vejez privada, ni siquiera por llevar esos dineros a un paraíso fiscal. 

Debería dimitir por no creer en lo que predica, por pensar que toda una vida de lucha no bastará para acercarse a sus objetivos, por dar por sentado que la Seguridad Social no cubrirá sus necesidades de anciano y asegurarlas con un fondo privado fuera del alcance de todos aquellos a quienes dice representar.

Debería dimitir porque, como tantos altos cargos religiosos, no cree en privado en el dios al que representa en su vida pública y utiliza las sinceras creencias de otros para su beneficio propio.