Cabruñar es golpear el filo de una guadaña para que vuelva a recuperar su capacidad de corte. Se puede realizar a mano o, en los últimos años, con una máquina diseñada a tal efecto.
Como a guadañas a nosotros también nos van golpeando sistemáticamente pero justo al revés, para que perdamos nuestro filo y aceptemos poco a poco realidades que, en principio, parecían imposibles de admitir. Machaconamente, antes a mano y ahora a través de la cabruñadora de los medios, nos repiten mensajes destinados a comulgar con determinadas ideas. Existen muchos ejemplos de ello como la ley del tabaco o, estos días, la energía nuclear.
Desde hace unos meses se nos fue inoculando un mensaje tendente a interiorizar la necesidad inevitable de conservar e incluso aumentar nuestras centrales nucleares. Se hablaba de dependencia energética, de seguridad, bajo coste…
Todo esto repetido una y otra vez hace que el mensaje cale y todo parece ir bien, hasta que, como cuando salta una piedra en el prado y estropea el filo de la guadaña, un suceso inesperado en el otro lado del mundo hace que la realidad nos golpee con sus sucias manos.
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Personalmente, esto me da mucho miedo. La energía nuclear es la única con la potencialidad de causar la muerte de millones de personas y, por lo que parece, los responsables de su control no son del todo fiables. ¿Merece la pena correr este riesgo?
¿Puede algo tan peligroso estar en manos de empresas cuya principal preocupación es su cuenta de resultados?
Los sectores estratégicos y/o peligrosos deberían estar siempre en manos de la sociedad y no a merced de quién sólo busca el beneficio propio.
Estoy totalmente de acuerdo contigo, aquí no dimite ni el tato.
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